Qué Leer
Por Romina Tumini
FUENTE: https://www.que-leer.com/2025/09/29/morir-no-es-el-final/
La máquina de hacer pájaros (Páginas de Espuma, 2024) es un libro en el que todo puede suceder: donde la muerte no es el final, los animales existen si se los mira, el lugar de la infancia puede volverse el más siniestro y aterrador, y los cuerpos están sometidos a otras leyes; pueden cambiar de forma, mutar, perdurar, y donde el fogonazo de personajes televisivos con todo su brillo y su ficción puede ser más real y reconfortante que la misma realidad. Está lleno de pájaros de todos los colores, de verdad, de papel o imaginarios, que se escapan por entre las grietas de mundos resquebrajados, por donde se cuela la magia, la fantasía, la esperanza. Mundos donde la palabra se vuelve carne, concreta, literal, y donde la realidad se vuelve verbo, escenario de papel, cartón con plumas y brillantina.
Las once historias están bellamente bordadas por elementos narrativos, a veces fantásticos y a veces no, que las conectan entre sí. Son guiños al lector y la invitación a imaginarse otros caminos, otras posibilidades, qué pasaría si… que dejan al lector revoloteando entre cuento y cuento, picoteando, para no terminar de irse, para no cerrar el libro, porque sus personajes enamoran, son tan cotidianos que se sienten cerca, nos recuerdan la infancia, las abuelas, las primas, los ídolos. Este libro es una gran experiencia para los sentidos, para la imaginación y sobre todo para el juego metaliterario en el que el lenguaje se desarticula, se desquicia, abriendo un abanico de posibilidades que anidan en lo liminal entre la locura y la palabra.
¿Cómo surgió el proyecto de este libro?
El proyecto surgió luego de haber tenido un par de encargos de relatos para antologías, y quedé contenta con el resultado. Dos cuentos de estos están en el libro: “Las lumbres” y “Tecnocumbia para el fin del mundo”. Y sentía que había algo en esos dos relatos que quería extender, jugar con esos mundos. “Las lumbres” era un relato bastante experimental, basado en un archivo. El otro tenía muchas referencias a mi infancia, con elementos que no me había atrevido antes a usar, con referencias populares, televisivas, musicales. Con ese deseo de trabajar esos mundos más experimentales, quizá más con el humor, la ironía, lo metaliterario, lo fantástico, que para mí fundan la ficción, y al mismo tiempo ir al tiempo de la infancia.
Son caminos de comunicación con el lector que se abren a través de los elementos de esos mundos, las experiencias de la infancia y las otras áreas de la cultura como el cine, la televisión, la música. Permiten que el lector se identifique, que se introduzca en esos mundos y se sienta a gusto. Son puertas y ventanas que se abren y se entrelazan con la experiencia del lector.
¿Cómo se le ha ocurrido un título tan maravilloso y tan bien puesto?
Yo admiro mucho a Charly García. He seguido un poco la carrera musical que él ha tenido, los distintos grupos que tuvo. Había algo en su forma de hacer música, en Sui Géneris y en particular en su grupo La máquina de hacer pájaros, hay algo de una tristeza que no es para echarse a llorar, pero hay una rebelión desde la tristeza que a mí me interesó mucho. Una tristeza subversiva. Una tristeza que sin embargo levanta. También había algo en esa forma de “La máquina de…”, como una canción de Charly “La máquina de ser feliz”, o el relato de Mario Lebrero “La máquina de pensar en Gladys”. Me parecen fascinantes por esa concepción de la máquina fantástica o la máquina inútil, que no tiene más sentido que el de producir una ilusión, incluso una alucinación. Esa composición me encantaba y se unía a la idea de la rebelión de la tristeza. Quería que el libro fuese eso. Y por eso me robé el título. Con mucha admiración y a la vez con mucho miedo de robarte algo que es muy grande y luego usarlo en algo que es una tontería. Pero bueno, luego me dije, no importa, no se va a enterar. De todos modos ha sido un homenaje.
Sobre la forma en que se entrelazan los cuentos, hay una redondez lograda, elementos que se conectan, que vuelven a aparecer y se conectan. Los relatos están como cosidos o bordados a través de imágenes y elementos como las hurracas, los ángeles, las plumas, mucha brillantina, los cigarrillos Phillip Morris, las canciones, libros, películas, hombres violentos, mujeres rotas. ¿Cómo ha logrado esa unidad?
Muchos de los motivos, como las mujeres rotas, lo corporal de distintas formas, las masculinidades de hombres a los que hay que cuidar, limpiar como bebés, eran temas que salieron más de manera inconsciente y que se repitieron en muchos cuentos. Al ver esto en una segunda o tercera escritura me gusta recogerlos en una suerte de mapa semántico, donde se ven las conexiones y una imagen global de lo que está saliendo. Me gusta esa imagen del bordado, porque cuando el mapa semántico me muestra estos emergentes que han salido de manera inconsciente, me gusta recuperarlos, conectándolos, como si diera una lazada. El abuelo de un personaje podría ser el abuelo del otro. También le llamo a ese último proceso el “cosido total”, para que los cuentos queden unidos.
También me gusta usar reglas comunes a los relatos. En este libro está la regla “morir no es lo peor”, ya que aquí la muerte no es el final de todo. Este tipo de reglas hermana a los relatos entre sí o genera conexiones.








