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Heraldo de Aragón reseña Un lugar mejor de Pedro Ugarte

Heraldo de Aragón

Ricardo Lladosa

Pedro Ugarte en busca de la felicidad

En el género narrativo siempre han convivido la literatura popular y la alta literatura. El problema de la primera surge cuando uno empieza a leer tantas novelas convencionales de escasa o nula calidad, que venden millones de ejemplares, y termina preguntándose atónito el porqué. En el extremo opuesto, uno empieza a leer con interés muchas novelas y cuentos de la alta literatura que, pese a su valor intelectual indudable, le resultan pedantes, ensimismadas y aburridas en grado sumo.

Por ello es motivo de alegría encontrar a escritores como Pedro Ugarte que, perteneciendo a la alta literatura, son capaces de llegar al corazón de los lectores y conmover con su narrativa. En su último libro de cuentos, el autor presenta a una serie de personajes que de pronto nos recuerdan a un amigo de la infancia, una compañera de trabajo, un primo; y nos adentra en sus vidas casi como si formaran parte de la nuestra.

A mi juicio, todos los relatos giran en torno a la felicidad: ¿por qué somos o no dichosos?, ¿a qué se debe que un cambio vital nos haga desgraciados de pronto, o todo lo contrario? Este es el enigma que vertebra los doce cuentos de la colección, divididos en cuatro partes: ‘Estación de la memoria’, ‘Estación de la soledad’, ‘Estación de la mentira’ y ‘Cuentos de la última estación’. La palabra estación en todas las partes sugiere la idea de espera. Muchos seres humanos aguardan en un andén imaginario un giro del destino: la llegada de un tren que los lleve a un lugar mejor.

El título de la obra es también el título de uno de sus mejores cuentos, en el cual una mujer enferma, en plena crisis matrimonial, fantasea con que al terminar su convalecencia viajará a ‘Un lugar mejor’ para alejarse de su marido. Él trata en vano de recuperar su amor colmándola de atenciones y tampoco es feliz, porque pronto abandonará ese lugar mejor que es estar junto a ella. ¿Y qué es, por tanto, la felicidad, quedarse o marcharse…?

La felicidad es mucho más una actitud que una aptitud o un contexto.

Así lo demuestra el enigmático padre de ‘Éramos tan felices’. Mientras él está sano, su familia es dichosa; pero al contraer una enfermedad incurable, él permanece feliz mientras la familia deja paulatinamente de serlo, e incluso se desmembra y desaparece cuando muere, tal vez porque la felicidad de todos consistía en estar juntos.

En Adraque del Molino, un imaginario lugar de la Meseta castellana, suceden varios cuentos: ‘¿No podría morirse ese animal?’ y ‘Dientes, caricias, agosto’. Se trata de un enclave árido e inhóspito, poco dado a la felicidad a priori, donde dos protagonistas llamados Jorge viven su infelicidad de modo distinto. El primero es un ejecutivo que viaja con una mujer bella a la que no ama y, de camino al Parador de León, para en Adraque para visitar a sus amigos Jacinto y Mari Carmen, mucho menos afortunados en lo material, pero mucho más felices. El segundo Jorge es un divorciado cuyos padres vivieron en Adraque y ha heredado su incómodo caserón, donde pasará las vacaciones con una hija y su hermano. Este es quizá uno de los relatos más conmovedores y logrados.

En definitiva, todos los cuentos de la colección poseen esa dosis de misterio necesaria en la buena narrativa; pero, sobre todo, resultan acogedores. Leyéndolos en esta época otoñal, uno reflexiona acerca de lo más importante de nuestras vidas: esa palabra que tantas veces he nombrado y con la que concluye el título de mi reseña.

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