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Por Carmen Peire
FUENTE: https://www.infolibre.es/cultura/los-diablos-azules/larvas-tamara-silva-bernaschina_1_2015585.html
La joven edad
Aprovechando la Feria del Libro de Madrid, la escritora uruguaya Tamara Silva Bernaschina ha saltado el océano para presentar su último libro, recién publicado con el título de Larvas. Sorprende la madurez literaria de alguien tan joven, quien con veintitrés años y su primer libro de relatos, Desastres nacionales, saltó a la palestra en las letras uruguayas. Forma parte de este nuevo boom de jóvenes escritoras iberoamericanas o hispanoamericanas, como ustedes quieran, que parecen prepararse para dar el salto a nuestro país, pero, en cambio, es ajena a la línea gótica o de terror más común entre ellas.
Este libro, por el contrario, huele a tierra, a campo, a naturaleza, a animales y a la parte animal de los humanos, a esa simbiosis que da el no pertenecer a la gran urbe. Sorprenden las historias, el uso de la elipsis, lo que no se cuenta pero se intuye, lo que deja al lector, como si fuera una experimentada escritora cuando éste es su segundo libro de relatos.
Presentó su libro en la FNAC, de la mano de María Fernanda Ampuero, el pasado día 5 de junio y desde entonces se está paseando por la Feria del Libro y por el país, en clubs de lectura y librerías. Esta joven, que en la actualidad tiene 25 años, se mueve entre la sorpresa de lo que le está pasando (sonríe con timidez y mira hacia abajo cuando se le pregunta por lo que siente al publicar en España) y el aplomo con el que habla de su proceso creativo. Según ella cuenta, Juan Casamayor leyó su libro Desastres nacionales y le mandó un mail mostrando su interés. Le dijo que le había gustado y que le interesaba mucho: «Yo estaba entonces con una novela, y le dije que cuando tuviese algún cuento se lo mandaba. A mediados del año pasado le mandé tres cuentos y empezamos a trabajar en esa dirección. Cuatro meses después le mandé el resto».
El espacio en este libro tiene mucha importancia, es el campo, la sierra uruguaya, que no es montaña, no es selva, es campo con altitud baja, 300-500 metros. «Llanura levemente ondulada es la geografía que conozco. Viví en el campo mi infancia y luego me fui a estudiar a Montevideo. A estudiar letras. Empecé a trabajar en una librería y entré en contacto con el mundo del libro. Pero mi espacio es el campo. Y también en mi literatura que me acompaña, con el paisano, el campesino, siempre cerca. El campo es este espacio inevitable para mí, muy afectivo, personal, muy móvil. Yo cambio la cartografía, hablo de cerros que no están donde los ubico, pero acá eso no importa. Puedo cambiar la cartografía, hacer una nueva, pero está muy pegada a mi memoria. Creo una cartografía, un espacio inventado, con los elementos que conozco».