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La Opinión de Málaga entrevista a Rodrigo Blanco Calderón

La Opinión de Málaga

Por Luna Romero

FUENTE: https://www.laopiniondemalaga.es/cultura-espectaculos/2025/02/28/aprendido-anos-manejar-expectativas-venezuela-114747870.html

 

 

«He aprendido con los años a manejar mis expectativas sobre Venezuela, uno no puede estar esperando toda la vida a que la dictadura caiga»

El escritor afincado en Málaga presenta su nuevo libro, ‘Venecos’ (Páginas de Espuma), que verá la luz el 5 de marzo. Además, dará el pregón de la próxima Feria del Libro, una bienvenida que será «un agradecimiento» a su ciudad de residencia

 

La búsqueda de un lugar mejor ante un país, el propio, que ya no le garantizaba un futuro óptimo, hizo a Rodrigo Blanco Calderón marcharse de Venezuela hace más de diez años, aunque mentalmente continúa allí y sus libros lo reflejan. Galardonado con el III Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, el Premio Rive Gauche y el Premio de la Crítica en Venezuela, el escritor presenta estos días ‘Venecos’, una palabra que tradicionalmente ha sido usada para referirse de formar despectiva a los venezolanos pero que el autor ha decidido reivindicar con humor y como forma de nombrar nuevas identidades. Una serie de cuentos que hablan de grandes y pequeñas historias, de la obligación de escapar del país de origen, viajes, experiencias,… Después de viajar, descubrir y explorar, el escritor eligió Málaga para vivir y no tiene fecha de vuelta.

‘Venecos’ no es su primer libro hablando sobre la situación de Venezuela. ¿Se siente con la responsabilidad o necesidad de hablar sobre ello?

No, no hay ninguna responsabilidad política o social, para nada. Pero, para mí, la escritura siempre ha estado muy vinculada al presente. Muchas veces los escritores, sobre todo en países estables, sienten que no tienen temas de los que hablar, o que les falta sentir que ocurran cosas y la parte buena, literaria, de una tragedia como la venezolana es que la cantidad de historias es interminable. Además, hay una preocupación humana allí y uno trata de contar historias que te digan algo sobre el ser humano. Y yo las tengo a mano en Venezuela y con las historias de migración.

¿Encontró a posteriori que en esas diferentes historias había un libro, una cierta unidad, o lo planteó así desde el principio?

Siempre digo que uno no escribe un libro de cuentos, sino que uno va escribiendo cuentos a lo largo de un periodo de tiempo. Y, al final, después de hacer una selección y una lectura, uno va descartando; éste te gusta, este no… Y una vez que te quedas con los que sí te gustan, empiezas a tratar de ver qué pueden tener en común. Yo fui haciendo esa selección y me di cuenta de que en los relatos, de alguna manera u otra, había personajes venezolanos emigrantes o que se habían quedado en Venezuela pero que hablaban de la emigración.

Este libro contiene relatos de cuando aún no se había marchado de Venezuela y otras de cuando ya había emigrado. ¿Cuáles son las diferencias entre el Rodrigo de Venezuela y el Rodrigo de París o Málaga?

Me imagino que sí hay muchas diferencias porque siento que he cambiado mucho en estos diez años. De hecho, el proceso migratorio te lleva a un profundo cuestionamiento de tu identidad, a darte cuenta de que todas las circunstancias en las que tú naciste y creciste ya no están. Supongo que eso se refleja de alguna manera en la escritura, pero como le decía a un amigo, no soy yo la persona como más indicada para saber cómo ha cambiado mi estilo de escritura. Normalmente no pienso en esas cosas, pero creo que sí, que todo lo que uno vive se refleja en lo que escribe. Y en este caso, principalmente en las anécdotas, en los escenarios… Por ejemplo, el libro tiene un par de cuentos que suceden aquí en Málaga, mi libro anterior tenía un cuento que sucedía en París… Digamos que se van como nutriendo de mis circunstancias.

¿Cómo se ha reflejado en su vida irse de su país?

 Lo que más me ha marcado y lo que ha resultado más difícil es estar lejos de mi familia, estar lejos de mis amigos, estar solo básicamente. Es una posición en la que empiezas de cero y también se hace más difícil establecer relaciones a partir de cierta edad. O sea, cumplo este año 44, emigré ya con 30 y tantos, y no es lo mismo que si hubiese emigrado a los 15 años o a los 20, edad en la que me incorporaría a la universidad y de inmediato te integras, ¿no? Pero también lo más gratificante es eso, adaptarte a vivir en culturas muy distintas como puede ser la de la sociedad francesa o como puede ser la de España con todos sus regionalismos y formas de ser tan distintas.

Emigró por la situación de Venezuela, si esa situación no se hubiese dado, ¿cree que se hubiese marchado igualmente del país?

No, me fui por la situación del país, por la situación crítica, social, económica. De hecho, yo tenía mi vida hecha allá, yo era profesor universitario, ya fijo, tenía una editorial… Mi mundo laboral y familiar y amistoso, los tenía allí. Pero es cierto que la situación se fue poniendo cada vez más cuesta arriba y sentía que si quería dedicarme de pleno a la escritura tenía que irme. ¿Si me hubiese quedado?  Es difícil saberlo ahorita, ¿no? Pero, por ejemplo, yo siempre me imaginé cuando vivía allá yéndome al extranjero a hacer un doctorado, a pasar una temporada fuera, pero siempre volviendo. Sin embargo, cuando tomé la decisión, internamente sabía que iba a ser para vivir definitivamente en otro lado.

¿Ha encontrado alguna similitud entre la cultura venezolana y la andaluza?

Muchísimas. Parte de las cosas que me gustaron de apenas llegué a Málaga es que me sentí como en casa. La forma de ser es mucho más cercana al venezolano. Luego hay cosas, incluso de la arquitectura, que me recuerdan mucho a Caracas, porque Caracas se construyó en los años 50 con mano de obra europea, principalmente española portuguesa e italiana. Yo me siento mucho más en casa en Málaga que en París o que en otras zonas de España.

¿Por qué Málaga? ¿La ubicaba en el mapa antes de venir?

Por varias cosas. Necesitaba hablar, escribir, vivir en español; estaba cansado de vivir hablando en francés, por más que me encante el idioma. También estaba cansado del invierno, quería llegar a una ciudad donde el invierno no fuese tan fuerte, quería vivir frente al mar, siempre había sido un sueño mío. Y quería una ciudad que tuviera una buena oferta cultural. Y cuando me tocó empezar a ver adónde me iba, en el 2018, me aparecieron artículos de Málaga en todas partes, publicitando mucho la ciudad y entonces me aventuré y desde que llegué me gustó.

¿Cuál es la situación de Venezuela ahora mismo? Da la sensación de que después de un gran interés internacional con motivo de las recientes elecciones, este interés ya se ha disipado por completo…

Yo siento que la situación venezolana está en bucle desde hace muchos años. Yo no tenía ningún tipo de expectativa de que fuese a caer la dictadura. Sin embargo, sí me sorprendió gratamente el impacto que tuvo la candidatura de María Corina Machado con Edmundo González Urrutia; creo que se logró algo importantísimo, que fue ganar las elecciones y demostrar el fraude. Ahorita lo que representan tiene una legitimación política y moral en todo el mundo y a los venezolanos nos ha costado mucho convencer a la comunidad internacional de ello. Ahora se está luchando contra una organización criminal como la del chavismo, que lo ha dicho abiertamente, no van a salir con elecciones. La situación venezolana fluctúa en la atención internacional, porque hay muchos otros conflictos en el mundo, el de Gaza, el de Ucrania… Sin embargo, de una u otra manera, todo eso está en este mundo relacionado. Digamos que yo he aprendido con los años a medir mejor mis expectativas y a tratar de que lo político de mi país no me afecte tanto; me afecta, pero uno no puede vivir toda la vida esperando que la dictadura caiga.

Fue muy activo en sus cuentas en redes sociales durante esas elecciones y los días posteriores. Significarse de esa manera, ¿le ha traído alguna complicación o consecuencia en un mundo como el de la cultura que, a veces, parece ‘pasar la mano’ con algunas de las cosas que ocurren en Venezuela?

No. Yo, en momentos puntuales de la política, si me pronuncio porque siento que es lo mínimo que puedo hacer, utilizar mis redes sociales y la poca audiencia que yo pueda tener para denunciar, para compartir información valiosa y para desahogarme. Pero ahorita participo mucho menos que antes porque también es muy desgastante. No tanto por consecuencias que yo haya sufrido por lo que digo, sino porque personalmente desgasta muchísimo y siento que hay momentos donde, incluso con buenas intenciones, uno sólo contribuye al ruido.

Volviendo a la literatura y a ‘Venecos’,  ¿qué le permiten los cuentos que es imposible lograr en las novelas?

Son velocidades distintas. Yo vengo principalmente del cuento. Mis primeros tres libros fueron de cuentos. En realidad, empecé a escribir mi primera novela sin saber que iba a ser una novela. La empecé como un cuento, pero fue un cuento que no funcionó. De modo que yo siento que mi espacio natural es el cuento. Y el cuento lo que me aporta es como cierta sensación de vértigo, cuando te atrapa una historia y te sientas a escribirla. Eso puede ser una experiencia muy intensa de pocos días o de una semana. Y luego sales de allí y ya tienes un cuento.

¿Cuál es su visión del mundo? Sus libros son oscuros, trágicos, pero asegura que su manera de vivir la vida es «más cercana a la comedia». ¿Bipolaridad?

Es extraño porque yo tengo una visión totalmente pesimista del mundo, de la vida en su conjunto, pero en el día a día yo me siento muy optimista. Una de las cosas que he aprendido estos años es a agradecer: cada día hay un motivo de agradecimiento, cada día veo que la suma de las interacciones humanas siempre tienden al bien, a lo bueno, a la cooperación, y que las cosas malas son menores. Sin embargo, claro, el tipo de literatura que a mí me gusta, en efecto, tiende como a la tragedia, a la violencia, a cosas que están más cercanas al dolor. Y no sé por qué es así.

¿En esa línea discurre también su literatura próxima?

Ahora estoy escribiendo dos novelas. Una tiene mucho que ver con Venezuela, sobre todo con toda la historia del país antes de la llegada del chavismo. Y la otra es un poco en clave distópica, parte de la idea, de la necesidad mía de olvidarme de que existe mi país. Pero yo creo que voy a estar toda mi vida dándole vueltas a lo que le pasó a mi país y lo que le sigue pasando a mi país estos años. Es como el equivalente para los españoles de la Guerra Civil. Y así como me pasa a mí, les pasa a muchos escritores venezolanos y seguirá pasando mientras esa situación persista.

¿Crees que eso ata o limita su escritura?

Mientras la escritura responda a una necesidad genuina de expresión no es para mí estar atado, en todo caso es un yugo que soporto con todo el placer. En el momento en que yo sienta que escribo sobre Venezuela movido por otras motivaciones, eso sí podría ser una atadura. Además, a mí me gustan los escritores que son fieles a unos pocos temas. Me gusta la idea de la obsesión.

Habla en ‘Venecos’ de sus experiencias viajando, viviendo en lugares diferentes, ¿se irá de Málaga para volver a esa inspiración o tiene pensado quedarse aquí?

No, soy muy sedentario. Yo voy para mi séptimo año en Málaga y cuanto menos me mueva, mejor. Ya he emigrado dos veces y no quiero moverme más. Mentalmente a mí me ha costado mucho arraigarme y creo que finalmente lo estoy logrando aquí en Málaga. Prefiero viajar más con la imaginación que desplazarme.

¿Cómo hace suyo un sitio? ¿Siente Málaga como su casa?

A mi me ha ayudado mucho en Málaga que desde el principio se me ha recibido con los brazos abiertos. Yo aquí me he sentido bienvenido, comprendido. De hecho, el proceso de arraigo mío acá tardó más por cuestiones personales. Cuando tú emigras te sientes siempre un poco flotando, no te atas mucho en ningún lugar porque no sabes cuándo te tocará volver a irte. Pero finalmente yo arraigué aquí, obtuve la nacionalidad española, eso fue muy importante para mí. Y esas pequeñas cosas, a medida que pasa el tiempo, te van atando a un lugar. Este año, la Feria del Libro de Málaga tuvo la enorme generosidad de invitarme a dar el pregón. Y eso para mí es muy importante, me dice que aquí ya me ven como un malagueño más. Y eso me gusta. Además, yo descubrí estando acá que mi tatarabuela paterna era de Málaga. Entonces fue como un círculo que se cerraba.

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