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La Verdad reseña Un árbol de compañía

La Verdad

Por Manuel Madrid

FUENTE: https://www.laverdad.es/ababol/arte/segunda-vida-10000-arboles-quemados-galicia-20251010234756-nt.html

La escritora Clara Obligado y el biólogo Raúl de Tapia unen sus voces para hablar de naturaleza, en sus múltiples formas, en este ensayo literario de gran belleza, ‘Un árbol de compañía’, editado por Páginas de Espuma, que llega a las librerías el miércoles 15 de octubre. Ababol’ ofrece hoy las primeras impresiones de Clara Obligado, para quien el jacarandá es «mi árbol de la nostalgia, que me lleva a Buenos Aires, con su alegría violeta»; para Raúl de Tapia, sus árboles de compañía son un ciruelo japonés, en un antiguo huerto de los jesuítas a un minuto de su casa, y el otro es un alcornoque de más de 500 años.

Dice Obligado que ‘Un árbol de compañía’ es un libro que propone varios acercamientos o procesos de amistad: «Entre dos personas, dos edades, dos geografías y dos maneras de vivir el mundo. También investiga en cómo pueden las ciencias y las letras marchar juntas. Es algo que siempre me ha preocupado. Cómo ir hacia ese punto común del conocimiento superando la barrera entre disciplinas». Para Raúl de Tapia este libro es «una crónica de vida arbórea», y se remonta precisamente en el tiempo, a las primeras fotografías de su álbum familiar, en las que aparece ya siendo bebé junto a un árbol en la hierba: «A mis 54 años puedo recordar la infancia con un paseo de frutales. La adolescencia rodeada de encinas. Los estudios universitarios, entre hayas, robles, abedules o arces. La madurez, personal y profesional, es un bosque de ribera en creación, alisos, sauces, fresnos, chopos y álamos. Hoy en día me obsesionan los olmos, los jóvenes que plantamos y los vetustos que contemplamos. Cada vez me emocionan más los árboles seculares. Todo lo importante en mi vida, y mi familia es su centro, ha ocurrido bajo los árboles», relata el divulgador ambiental y escritor, que participó en 2022 en Mula, coincidiendo con la ocupación de Ucrania por Rusia, en una ‘action painting’ organizada por Cristóbal Gabarrón para celebrar la primera edición de su proyecto internacional ‘Ámbito’. Un periplo por el mundo que partió desde la naturaleza, dentro de un mar de almendros florecidos en Mula, bajo la lluvia y sobre el barro, donde Gabarrón se rodeó de escritores, artistas, investigadores, pensadores, naturalistas, biólogos y periodistas para crear entre todos, improvisadamente, fuera de la soledad del estudio, una obra común.

La distribución anárquica de las flores y su efecto sobre los presentes fue comparado por Raúl de Tapia con el hecho de asistir al «riego de la luz» porque «lo que está haciendo el árbol es tratar de colocar cada una de sus flores para recibir la alícuota de luz que le corresponde, que le permita atraer con su luz a los polinizadores, que le permita madurar el fruto y a partir de ahí desencadenar nuevas vidas». Así se expresaba entonces el ganador del Premio Nacional Tundra de Literatura de Naturaleza por el libro ‘Arboreto sonoro’ y divulgador científico con proyectos diversos de divulgación científica con creadores como Gabarrón, y también con bailarinas, músicos, escultores, poetas…

Para Clara Obligado los bosques son «tiempo». «Yo vi plantar -expone- un parque alrededor de mi casa en la planicie de la pampa, vi llegar los árboles frágiles, los vi madurar. Leí montada en sus ramas. Entre ellos me escondí y me vi crecer. Vi cómo la inundación los ahogó. Por fin, vi cómo los más fuertes se habían expandido hasta convertirse en titanes». Clara y Raúl conversan sobre cómo se empieza a crear un bosque. Él lo dibuja, y a ella le parece una tarta con varias capas: «Las hojas caen y se descomponen, fragmentos vegetales generan tierra fértil, se confunde el suelo con fragmentos de la roca madre basal. Y pasará más tiempo». Para Clara Obligado la escritura es algo parecido «a poner fruta a secar». Tiene muchas preguntas metafísicas, lo confiesa. Y Raúl siempre da respuestas. «Cuando ve un árbol, un perro o un ave, se siente acompañado». Para ellos, como descubrirán los lectores, los árboles son «catedrales vivas». En esos lugares donde están nuestras infancias, nuestras antiguas prioridades, nuestros dolores superados, siguen anidando nuevos desasosiegos.

Un derecho a reivindicar

Raúl de Tapia invita a pensar en un término cargado de intenciones, ecosocial, para pensar nuestras ciudades: «La naturaleza es un derecho de toda la sociedad a reivindicar. En ese momento tiene un factor clave en nuestra salud y en nuestra economía. La calidad del aire o la temperatura de las ciudades y pueblos depende en gran medida de la extensión de los jardines y el arbolado urbano o del estado de nuestros bosques en el medio rural. La naturaleza es la primera medida de prevención sanitaria». Este libro de Páginas de Espuma, convienen los autores, «se compromete como la necesidad vital de trabajar no solo por conservar la naturaleza, sino también por restaurar la mayor parte posible de lo perdido. No es una visión ecologista, es una visión egoísta». Definitivamente, Ramón, Raúl y Clara, que nos han invitado a leer los árboles, deberían conocerse.

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