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Una pantera contra la estupidez

Habrá gente a la que le parezca feo que comience una reseña tan breve diciendo que en Luna Park, de Marina Perezagua (Sevilla, 1979), hay varios casos de comas que separan sujetos de predicados, pero lo subrayo porque se trata de una leve agramaticalidad que me gusta en este caso, ya que funciona como una pequeña deformación textual que refuerza esa sensación constante de sutil desplazamiento que anima varios de estos diez cuentos, la impresión de estar un poco al margen, separada pero vigilante.

El primero se presenta ante el lector como una especie de continuación de La playa, su última novela, pues, aunque aquí haya un grado más de ficción, se insiste en el rencor hacia la madre de la narradora tras el complicado nacimiento de la niña, y ese ajuste de cuentas que tal vez puede resultar excesivo. El resultado es finalmente de nota alta, pues esa particular forma de vivir, ligeramente distinta, que tienen los personajes de la autora, en busca de una autenticidad y hasta de una peculiaridad deliberada que se contagia a algunos secundarios, eleva los cuentos. Y también es esa búsqueda de lo genuino lo que la hace protestar contra la evidente degradación de la universidad o contra determinados detalles de la vida neoyorquina, expuestos con osadía.

Luna Park es un libro muy libre sobre asuntos que nos oprimen o desvirtúan. Y la escritura de Perezagua queda confirmada como algo definitivamente diferente, reconocible y directo. Una pantera que se abalanza contra la hipocresía y la estupidez, un petardo en medio de lo convencional.

Por Juan Marqués