La madrugada del 9 de marzo murió el gran Medardo Fraile, maestro del cuento, autor incondicional de la casa, compañero de proyectos editoriales.

(C) Santi Burgos
El cuentista de nunca acabar
Hace dos días escribí a Medardo Fraile. Le contaba, feliz, que disfruté con su lectura en el Instituto Cervantes de Estocolmo a primeros de febrero. Me mostraba entusiasmado por la cercana aparición de una antología de sus cuentos traducida al inglés en Puskhin Press. Le felicitaba por su próximo cumpleaños, el trece de marzo. Sin embargo, Medardo Fraile ha fallecido en durante la noche de ayer. Murió mientras dormía. En la madrugada. Tranquilo.
Medardo Fraile nació en Madrid, en 1925. Fue un niño que conoció nuestra II República y la Guerra Civil Española. Su inquietud literaria se forjó en los años de posguerra y junto a Alfonso Paso y Alfonso Sastre, entre otros, puso en marcha elesc primer teatro de ensayo tras el conflicto, Arte Nuevo. En esos años, lo encontramos junto a Aldecoa, Martín Gaite, Sánchez Ferlosio, Matute, Fernández Santos y publica unos primeros libros muy elogiados, que habrían de ser el inicio de la carrera del mejor cuentista de su generación. El destino lo llevó a Glasgow desde 1964 (un año después recibiría el Premio Nacional de la Crítica), donde formó su familia y, desde su cátedra, a centenares de estudiantes en el cariño por la literatura española. Medardo no dejó de viajar a su país durante largas temporadas, de participar en actos de toda índole (quiero recordar ahora el homenaje que le regaló la revista Batarro en el Círculo de Bellas Artes en el año 2005) y, por supuesto, no dejó de escribir. De escribir buenos libros. Después de la edición de sus cuentos completos a cargo de Ángel Zapata, abordó su autobiografía, El cuento de siempre acabar, testimonio ineludible de una época en España, dos libros de ficción, Antes del futuro imperfecto y Laberinto de fortuna y la recopilación de artículos, Entradas de cine. En estos últimos años, Medardo Fraile era considerado el gran cuentista español por distintas generaciones de escritores, por su militancia con el género, su siempre modernidad literaria y su generosidad con todos, especialmente con los más jóvenes. Cuando lo conocí, le pregunté por qué no abandonaba Escocia, por qué no volvía a vivir en Madrid. Fijó en mí su mirada azul y severa de hombre bueno: “Porque es allí donde tengo mis medicinas”. Podría ser el final de un cuento. Uno de Medardo. El cuentista de nunca acabar.
Juan Casamayor
9 de feberero de 2013
(Publicado en El País)
La ternura del nómada
Medardo Fraile no fue, no quiso serlo, un escritor de multitudes, y esto no porque hubiera en él ninguna inclinación al elitismo, sino porque el género que eligió para su obra, el cuento, y también su tipo de sensibilidad, le abocaban a una escritura lírica, confidencial, indagatoria muchas veces, meditativa siempre, que no suele ser la más apreciada por el gran público. Aun así, no hizo bandera de su diferencia como artista (ni —me parece— de casi nada), porque tenía un sentido antiguo, casi aristotélico, de la mesura, y una disposición humorística y relativizadora ante las cosas, que en él era algo esencial.
Como cuentista, tenía el talento de lo próximo y el don de la vida inmediata, y sin embargo era a la vez un realista insurgente, un realista aplicado a captar ese momento de zozobra en que la realidad deja de coincidir consigo misma, y se trasciende en poesía.
—¡Yo tenía que haber sido más rebelde! —me dijo una vez.
Pero no era verdad. Porque rebelde lo fue a su modo, que era ante todo existencial y poético, y porque fue rebelde en su pasión por la rectitud y la justicia, y en la reverberación humana de su escritura.
Sus libros gozaron siempre de la atención y el elogio de la crítica, es cierto. Pero es cierto igualmente que el nombre de Medardo Fraile sufrió cierto eclipse en las décadas de los setenta y ochenta por su traslado a Glasgow, en parte, y en parte también porque la literatura española de aquellos años estaba a otras cosas. Pese a ello, la primera edición de sus cuentos completos por Alianza, en 1991, nos descubrió su obra a una incipiente generación de cuentistas (Navarro, Tizón, Sáez de Ibarra…), y el deslumbramiento, sobra decirlo, fue inmediato, profundo y duradero. En sus cuentos encontramos la fluencia pura, vibrante y casi milagrosa del idioma (Medardo ha escuchado el castellano con el sigilo y la devoción que solo se dan entre los grandes escritores), y —unido a ella— encontramos además otro realismo, ya está dicho, que se nutría subterráneamente de la hondura, la audacia y el impulso exploratorio de la vanguardia.
Con Medardo Fraile, las letras españolas pierden al maestro por antonomasia de las últimas generaciones de cuentistas, y a uno de los más notables prosistas en castellano del siglo XX.
Sus cuentos admirables van a acompañarnos siempre.
El vacío que dejan en todos los que le quisimos su generosidad, su malicia de hombre bueno, su humor y su ternura, no tienen —no pueden tener— consuelo.
Ángel Zapata
Su amigo y compañero, José María Merino,también ha querido unirse a la despedida de Medardo con esta nota publicada en La Razón:
Unas palabras para Medardo Fraile
Medardo, no podía imaginarme que te ibas a ir así, de repente. Fuiste uno de los cuentistas significativos de la segunda mitad del siglo XX – ¡decidiste llamar “cuento” a lo que todos, hasta entonces, llamaban “relato” ! ; estuviste, con “Arte Nuevo”, en la vanguardia renovadora del teatro de los años oscuros de la posguerra; escribiste muchísimos artículos deliciosos; tus memorias reflejan aquella época con vigor y sin concesiones, y no hace mucho que tuve el placer y el honor de presentar “Laberinto de fortuna”, tu extraordinaria novela. Recuerdo muchas cosas de tu lúcida visión, a la vez irónica y cercana, de la literatura y de la vida, y también aquellos talleres de escritura que impartimos juntos. Aunque nunca volvamos a vernos, permanecerás aquí, en tus textos magistrales, con los que no dejaré de hablar mientras viva.
José María Merino
Miembro de la Real Academia
Tan certero como siempre, Andrés Neuman, en su blog Microrréplicas, confiesa y se despide de Medardo de esta manera:
La importancia de la nariz
Al maestro Medardo Fraile (1925-2013) uno le envidiaba todo menos la edad. Si a mí se me hubieran ocurrido el título y los relatos deCuentos con algún amor, me habría dedicado a pescar por las tardes. A semejanza de su propia definición del género breve, Fraile te hace «meditar con suavidad» y te persuade de cualquier cosa, incluido lo invisible. Lejos del costumbrismo tradicional, el suyo era una especie de realismo travieso. Como explica Ángel Zapata en el prólogo a suscuentos completos, cuando Fraile describe un bar nos ofrece más bien la ausencia del bar. Aquello casual, aéreo y contingente que puede haber alrededor: todo menos el bar. Su obra es el desarrollo de un minucioso plan de distracción. La mirada tierna y elusiva de Fraile podría resumirse en esta mínima observación que suelo recordar: «La estuvo mirando tres minutos; dos de ellos los dedicó a la nariz». Toda vida dura unos pocos minutos. Pero la nariz del autor conservará su olfato narrativo para siempre.
Andrés Neuman
En Microrréplicas, 9/03/2013
Sus compañeros del suplemento cultural donde colaboró muchos años, Cuadernos del Sur, se sumaron a la despedida con las palabras de Pedro M. Domene y Manuel Gahete:
Adiós a Medardo Fraile en Cuadernos del Sur
La prensa ha cubierto su fallecimiento como se merece uno de los autores claves de la narrativa española («Cuentista mayor de este país», lo ha llamado Juan Cruz). Pero queremos dejaros aquí algunas entrevistas con Medardo, donde se muestra en todo su esplendor. Un buen momento para recordar su lucidez y, a veces, acidez.
Entrevistado por Juan Cruz en El País
Entrevistado por Emma Rodríguez en El Mundo
Entrevistado por Ángel Zapata en Culturamas
Entrevistado por Inés Mendoza en Literaturas.com
