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Nexos entrevista a María Fernanda Ampuero

Nexos

Por Paulina Guzman

FUENTE: https://cultura.nexos.com.mx/llegar-a-la-verdad-escribiendo-ficcion-entrevista-a-maria-fernanda-ampuero/

Llegar a la verdad escribiendo ficción. Entrevista a María Fernanda Ampuero

En 2024, la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero publicó Visceral (Páginas de espuma), una obra que transgrede los límites entre el ensayo, la autobiografía y la narrativa breve, para explorar la rabia, el miedo y el dolor que han marcado no sólo su vida, sino su escritura. Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con ella sobre el papel que juega la literatura en su vida, el consuelo que ha encontrado en el terror y los duelos que han lacerado su pluma.

Paulina Guzmán: Cuando decidiste entrar en la literatura, ¿qué buscabas?

María Fernanda Ampuero: Difícil. Bueno, estudié literatura. Leía mucho de niña y realmente lo que encontré fue compañía, empatía, fue drama, amor y terror. De todo lo que se puede encontrar en los libros. Yo creo que la gente que lee —aunque no toda— se vuelve escritora. Pero sí todas las personas que escriben han sido grandes lectoras, porque ahí hay una cosa un poco… no sé si natural, pero es como si estuvieras fascinada con la alfarería toda tu vida y de repente, con entender todo el proceso de cómo se hace esa maravilla, te ves con un torno frente a ti y dices: ¡vamos a ver si yo puedo!

Pero nunca fue la gran ambición de mi vida ser escritora. Intentaba escribir, pero no me fue muy bien al principio. En la universidad enseñaba mis cosas a los profesores y a la gente que era importante en la literatura ecuatoriana —¡imagínate, esto era en los noventas!—, y uno me dijo “que era muy cursi”. Yo creo que era la respuesta común a todas las mujeres que le enviaban textos, porque puedo ser mil cosas, mi letra puede ser mala, sensacionalista, amarillista, lo que tú quieras, pero no cursi. Entonces me desanimé, porque le ponía mucho empeño. Los libros para mí son sagrados –ya cada vez menos, pero cuando estaba en la carrera y era muy jovencita lo eran. En esencia porque en Ecuador no hay mucha facilidad para comprar libros, era como una gincana encontrar alguno, casi todos eran fotocopias.

Hay libros que han sido súper importantes para mí, que me enseñaron la empatía con un personaje, que puede ser un animal o un hombre, o que puede ser algo completamente extraterrestre, algo distante a mí. Si puedo tener empatía con esas personas, ¿cómo no tenerla con personas reales?

Además, tuve un trabajo en un periódico. Llevo treinta años siendo periodista. Quizá alguien pueda decir “ay, te estabas desperdiciando”. Yo no siento eso para nada. Incluso en esos primeros meses nunca sentí que estaba perdiendo el tiempo. Me parecía que era la mejor forma de mirar el mundo, porque lo miras con mucha atención. Luego, pasando los años, me convertí en cronista y tuve unos editores increíbles: Leila Guerriero, por ejemplo, o Martín Caparrós, gente que durante un tiempo fue editor, editora. ¡Tuve clases con Julio Villanueva Chang, con Gabriela Wiener! Con la gente que hace crónica que está aquí en estos libros [en la Librería Rosario Castellanos].

Pero en un momento descubrí dos cosas: la primera fue que podía llegar más a la verdad escribiendo ficción, paradójicamente. Ceñirme a la realidad, que es nuestro 1.1 del manual, no me restringía en ser creativa, porque la realidad es bestial, pero había cosas que yo sentía que la gente no mencionaba. Y la literatura me permitía alcanzar otro nivel del pensamiento del ser humano y de lo que éste no puede expresar en palabras. Lo que pasa dentro de los lugares, in situ, en las entrevistas, e incluso de las cosas que le pasan a la gente que desaparece y de las que nunca más vas a saber.

Entonces, bueno, tenía algunos cuentos guardados. Años después salió Pelea de gallos; “Subasta” fue muy importante. El Fondo de Cultura me pidió publicarlo en Vientos del Pueblo, que es una cosa de orgullo –y una locura, porque yo no soy mexicana–, y desde ahí ha sido una vorágine. Todo el tiempo pienso “no voy a volver a poder escribir, lo siguiente que escribo es hacer una mierda”. Eso pasa a diario… pero luego, en la pandemia, milagrosamente salió Sacrificios humanos (Páginas de espuma, 2021), que es un libro que quiero mucho porque habla de la migración, algo de lo que yo no había hablado todavía y que necesitaba tiempo para poder hablar. Luego viene Visceral, que es para mucha gente la explicación de por qué alguien que parece tan dulce y alegre como yo, escribe esas cosas.

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