«Podemos escribir por amor al arte durante un tiempo»

Independiente, transgresora y combativa con las injusticias laborales y económicas en el mundo cultural. Por eso, la escritora y videocreadora Yolanda Castaño (Santiago de Compostela, 1977), Premio Nacional de Poesía 2023, se ha lanzado a aparcar por un momento los versos  para adentrarse en un complejo ensayo, Economía y poesía: rimas internas, sobre la realidad  de cómo los autores se ganan la vida, lo que comúnmente se ha llamado obra alimenticia versus obra creativa.

¿Hasta qué punto casa la economía con la poesía?

Es un binomio espinoso e incómodo en el que pocos se quieren enfangar, pero me atreví a remangarme y a arrojar algo de luz sobre la trazabilidad de los esfuerzos.

¿Era necesario un libro de estas características para poner en valor el trabajo del creador?

Sí, porque se están produciendo una explotación a los creadores. En los últimos tiempos parece que los contenidos llueven del cielo totalmente desvinculados de los cuerpos que los han producido. Hoy en día, crear no es escribir un librito o dos mientras tienes las espaldas cubiertas y te vas dedicando a otra cosa, sino que en muchos casos sustentar una carrera literaria supone un trabajo a tiempo completo en el que debes ser tu propia agente literaria, contable, agente de prensa…

Quien está cerca de un producto cultural, desde diseñadores gráficos a traductores y pasando por periodistas o trabajadores de los audiovisual, se dará cuenta del funambulismo que es vivir de la creación.

¿Hasta qué punto son productivas las profesiones culturales?

Muchos de los productos culturales que consumimos se sustentan porque algunas de las partes rinde su trabajo de manera gratuita y esto crea una brecha de enorme desigualdad que hace que sea muy difícil su sostenibilidad en el tiempo. Por eso,  muchos prefieren destinar a su creatividad los restos de su jornada productiva.

Me pregunto qué efectos tiene en los resultados y en los frutos esta priorización en la que el núcleo central de nuestra energía lo dedicamos a otro trabajo.

Entonces, ¿cómo se puede poner en valor un creador? 

Este libro surge como la necesidad de dignificar los trabajos creativos, pero desde posiciones muy críticas hacia el capitalismo. 

Debemos tener una mayor conciencia de oficio, sentido de lo colectivo, voz común, negarnos a asumir practicas abusivas, negarnos a ciertas condiciones y elevar nuestra voz para mostrar mucho más la trazabilidad de los esfuerzos.

Usted también habla de turbocapitalismo, pero la esencia del capitalismo es precisamente esa, hacer un trabajo y cobrar por él, ¿no?

Sí, pero de una manera justa, porque si dejamos el arbitraje de nuestro trabajo en manos de terceros, esa vulnerabilidad hará muy fácil que otros se lucren de lo nuestro. De hay viene el problema.

Podremos escribir por amor al arte durante un tiempo, pero si dedicamos todo nuestro esfuerzo a ello llegará un momento en que nos entrará el hambre.

¿A usted le ha llegado a pasar eso?

Mi camino fue muy lento, muy paulatino. También tuve el privilegio de poder comenzar de manera muy precoz, con 17 años, con un tiempo de tanteo y de prueba-error. Pero esa fase tiene que dar paso a otra de progreso. Y el final feliz en el que estoy es que ya nadie me convoca para entregar mi fuerza de trabajo gratis.

¿Ser mujer y escribir en gallego es, más si cabe, un hándicap añadido?

Las lenguas que están sociolingüísticamente desfavorecidas o en vías de normalización viven una vulnerabilidad que acaba justificando cualquier anomalía y eso aleja un poquito más el horizonte de profesionalización. 

¿Hasta qué punto Economía y poesía está  ideologizado?

Lo personal es político. Me he dado cuenta en estos 30 años de trayectoria de la brecha socioeconómica de partida que tenían las personas para integrar su vocación creativa en su vida. Hay escritores que pueden dedicarse a la creatividad sin exigir ningún tipo de remuneración porque ya cuentan con un respaldo económico y otros que tenían que renunciar a una parte de su faceta creativa en favor de otros oficios alimenticios, u otros que se rendían a la precariedad de seguir en la cuerda floja. Esas desigualdades me despertaron una conciencia sobre el diferente punto de partida de cada sujeto creativo. Por eso ciertas practicas abusivas para ciertos individuos no resultan tan lesivas que para otros. 

Sin embargo, hay escritores que ganan mucho dinero.

Eso tiene más que ver con géneros literarios mucho más masivos, tipos de literatura de consumo mucho más fácil y que alcanzan distribuciones masivas. 

¿Le gustaría tener un best seller?

Sería un poco complejo porque mi literatura no es de consumo tan fácil. Por supuesto que me encantaría que una literatura que plantea conflictos, dispone de muchas capas de lectura, complejiza la emoción, tira de la inteligencia del lector y se pone en los zapatos emocionales del otro no fuese tan minoritaria.

¿Si no hubiese poesía habría que inventarla?

Totalmente. No me imagino un desarrollo humano que no busque dar una vuelta a ese pensamiento lingüístico, que indague en nuevas formas de dicción, y que sirva a la vez para crear otras formas de interpretar la realidad.

La poesía es un género minoritario, pero las estadísticas indican que cada vez hay más gente que la lee. ¿Está de moda de alguna forma?

No soy de las que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, sino que la poesía es como el agua, siempre encuentra las grietas por las que colarse. Hoy se pliega a las plataformas que este tiempo le concede: espacios digitales, música o publicidad. 

Es necesario abrir la mirada y no considerar solo poesía a los poemarios que nadie toma de la estantería de la biblioteca y abrir la mirada y darnos cuenta que un lenguaje de tipo poético se encuentra en más lugares de los que pensamos.

¿Abordará en algún momento otro ensayo?

Tengo serias dudas de volver a meterme en una escritura tan compleja. Para mí escribir poesía es absoluto gozo, y escribir un ensayo exige cierta disciplina y hasta penuria. Economía y poesía me ha resultado un trabajo arduo, que no me tienta a repetir a corto plazo.