Queridos,
el pasado viernes 20 de febrero celebramos en la librería madrileña la fiesta de nuestro XV Aniversario. Allí se dieron cita muchisimos amigos: de las chicas queridas de Agencia EFE con Ana Mendoza y Carmen Sigüenza a la familia de A Machado Libros (hasta Isidoro vino); de los lobos albinos de León, con Juan Pedro Aparicio, José María Merino y Luis Mateo Díez, a escritores (Juan Cárdenas, Marta Sanz, Luisgé Martín, Ignacio Ferrando, Óscar Esquivias, Javier Morales…), amigos Michelle Roche Rodriguez, Jesús Marchamalo, Patricia, de Librerías L, Ainhoa, tantos…), traductores (Mauro Armiño, Amelia Pérez de Villar, Antonio Rivero Taravillo…), editores (Ramiro Domínguez, Enrique Redel…), ilustradores, periodistas. Y muchos, muchos autores de la casa. Un agradecimiento especial a los que habéis venido de fuera, que habéis sido muchos. Y otro grande para los que desde la lejanía sé que de alguna forma habéis estado. Enorme agradecimiento también a Daniel Mordzinski por estar, por su sorpresa, y a Lisbeth Salas de quien esperamos prontito esas maravillosas fotos que hizo. Y bravo por Jesús Trueba y todo su equipo por el regalo y por hacerlo posible.
El texto que leí fue el siguiente:
¡Muy buenas noches! Autores, libreros, distribuidores, editores, periodistas, amigos y amigas, víctimas todos del síndrome chéjov. Bienvenidos a esta librería, a este edificio de trastornos literarios y elipsis de cronista, a este drugstore de libros de viajes equivocados y de viajes inocentes, a este bulevar de libros de pequeños milagros, a esta casa de muñecas y niña gorda, a este jardín japonés de caligrafías en las que se encuentra una señora rojo que bien pudiera ser la mujer de la gabardina roja, o Billie Ruth o la mujer perro o el perro que comía silencio o… Me callo sí. O continúo.
Hemos permanecido unidos todo estos años con buenas intenciones las más de las veces y con días de ira las menos, mientras nieva sobre el mar, buscando lo inolvidable entre diálogos malvados, barbarismos ideogramas y distorsiones. No sé si este trabajo os hará libres, si la suma y la resta de todo se expresa en un tres por cinco. Quizá como editores hubiera sido más fácil una solución parcial: hacerse el muerto con un ajuar funerario, pasando una temporada de fantasmas, sintiendo la mitad del diablo que sería vuestra ausencia. Sin embargo, Encarni y yo tenemos una fe ciega que esta no es una propuesta imposible: editar cuentos con vosotros es abrir puertas a lo posible, es escapar a una glorieta de pájaros fugitivos o de un pez volador. De no ser así, amigos, todo hubiera sido como una intemperie de luminoso tiempo gris. ¿Por qué el cielo es azul? Por vosotros.
Sin vosotros hubiera sido todo de un frío azul ruso con la soga al cuello, un mundo de cabezas vacías. Sin vosotros, como un juego del diábolo, la muerte jugaría a los dados y todos nuestros intentos hubieran sido últimos juegos, lugares comunes, escamas de dragón, pensamiento mudo de peces, voces de humo para un lector de Spinoza. Lo imposible sin vosotros.
Sois vosotros los cazadores de letras, los ensimismados que rugen alumbramiento, reflejos y tanta escarcha como para helarte de amar y mirar al agua. Caminando sobre las aguas, eso es, desenmascarando la trama oculta, usando, apuntes del natural, técnicas de iluminación y oficios ejemplares de papel carbón y algún que otro fuego. Y el editor, el que espera, ese androide con sus quimeras, que desde su caleidoscopio, su máquina de languidecer, procura que vuestra escritura sea al mismo tiempo el mayor y el menor espectáculo del mundo.
Al final os sentimos desde la ternura caníbal, casi tan salvaje como si fuéramos hermanos de sangre, unidos por lazos de sangre. Desde aquí, desde la librería La buena vida vamos a por quince años más, a compartir otras vidas, la vida en obras, la vida ausente, la vida imposible…
Y acabo, el último minuto, no quiero que se me diga, por favor, sea breve. Quédate donde estás, arquero inmóvil. Las palabras de un editor son sus títulos, su catálogo. Y un catálogo de quince años puede ser un discurso. Pero por mis muertos que esta fiesta ni es el fin de los dinosaurios ni es final del amor. Estamos muy lejos de un futuro imperfecto y muy cerca de un futuro en soledad y en compañía, de todos nosotros, de estas pequeñas resistencias que nos acercan apenas a ocho centímetros. Formando un único cuerpo secreto; formando la familia del aire. Gracias a todos. ¡Viva el cuento!