
Varios autores de Tlön

Ciertos maledicentes –no te será difícil barruntar sus nombres–conjeturaron que una generación entera de tlönistas, aún más torvos que ellos, fue responsable de engendrar esta aberración. Su existencia habría sido obra de una «sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geómetras». Un par de datos tan ciertos como fútiles: todos tienen menos de cuarenta años y provienen de distintos lugares de entre los que (al menos a día de hoy) hablan esa lengua que algunos llaman castellano y otros, menos pudibundos, español. Consta, sin embargo, que su contribución al vasto plan de Orbis Tertius ha sido infinitesimal.
