Primera Enciclopedia de Tlön
Tomo XI. hlaer - jangr
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Primera Enciclopedia de Tlön
¿Qué pasaría si nos encontráramos en una librería de viejo el Tomo XI de la Primera Enciclopedia de Tlön, tal como a Borges le sucedió en un hotel de Adrogué en el cuento «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius»?
Pasaría que, siendo una editorial que lleva 25 años acercando lo mejor de la literatura breve a lectores de España y Latinoamérica, querríamos compartir el hallazgo con todos nuestros lectores. Y decidimos fabricar el artefacto.
Con la impagable colaboración de Jorge Volpi, que antologó la enciclopedia apócrifa, convocamos a veinte escritoras y escritores que no hubieran superado cuarenta años (uno por cada país de lengua española) para que nos ayudaran a construirlo.
La increíble maquetación del libro imita aquella habitual de las enciclopedias de principios del siglo XX, a dos tintas, con papel envejecido e incorporando elementos que apoyan la magia, como las ilustraciones, punto de lectura de tela, una etiqueta de una vieja librería de Buenos Aires, notas manuscritas, y otras sorpresas. El libro que imaginó Borges entre sus manos y que cautivará a sus lectores y lectoras.
Querida lectora, querido lector,
El libro en el que estás por adentrarte, este onceno volumen de la Primera Enciclopedia de Tlön, puede ser leído –como la Divina Comedia– de tres maneras:
1. Literal: como el facsímil del único ejemplar del que se tiene noticia de la Primera Enciclopedia de Tlön, encontrado por Borges en un hotel de Adrogué a finales de 1937 o principios de 1938;
2. Metafórica: como el producto de una «sociedad secreta y benévola» surgida con el fin de inventar un país, establecida en Lucerna o Londres a principios del siglo XVII, y cuya meta fue alcanzada en 1914, cuando el último volumen de la Primera Enciclopedia de Tlön fue remitido a sus miembros; o
3. Fantástica: como una antología de cuentistas menores de cuarenta –uno por cada país de lengua española–, convocados por la Editorial Páginas de Espuma para celebrar sus primeros veinticinco años de vida.
A cada cual elegir la suya.
Atentamente,
Los editores
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Ciertos maledicentes –no te será difícil barruntar sus nombres–conjeturaron que una generación entera de tlönistas, aún más torvos que ellos, fue responsable de engendrar esta aberración. Su existencia habría sido obra de una «sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geómetras». Un par de datos tan ciertos como fútiles: todos tienen menos de cuarenta años y provienen de distintos lugares de entre los que (al menos a día de hoy) hablan esa lengua que algunos llaman castellano y otros, menos pudibundos, español. Consta, sin embargo, que su contribución al vasto plan de Orbis Tertius ha sido infinitesimal.