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Mundo Diners entrevista a Katya Adaui

Mundo Diners

Por Gabriel Flores Flores

FUENTE: https://revistamundodiners.com/literatura/libros/katya-adaui-bibliotecas-quito/

Katya Adaui: “No hay que tenerles miedo a las bibliotecas”

 

La escritora peruana Katya Adaui llegó a Quito como una de las invitadas internacionales de la Feria Internacional del Libro 2025. Con ella conversamos sobre uno de sus lugares favoritos en el mundo, las bibliotecas.

En el parque El Ejido, a unos pasos de la parada del Metro, está una de las bibliotecas públicas más pequeñas de la ciudad. Acomodada en unos asientos de piedra que están cerca, Katya Adaui -que acaba de lanzar un nuevo libro de cuentos titulado Un nombre para tu isla- conversó con Mundo Diners sobre las bibliotecas públicas y privadas; espacios que para muchos son indispensables en la vida.

¿Por qué es importante que sigan existiendo las bibliotecas públicas?
Porque para muchísimas personas, las bibliotecas públicas todavía son el primer espacio gratuito de contacto con los libros. Son espacios en los que puedes sentarte a leer de manera privada, silenciosa y anónima. Son como un lugar de fomento de la empatía y la sensibilidad, espacios que te permiten tener una mirada piadosa del mundo. Bibliotecas como esta de El Ejido, con estos ventanales para ver el parque son una belleza. También está bueno que tengamos algunos libros en casa y que en la escuela y el colegio se fomente más la lectura. Leer desde la primera infancia, de alguna manera, te prepara para la vida y te hace entender la existencia de otros.

¿Cuál fue y qué recuerdas de la primera biblioteca pública a la que entraste?
A la primera biblioteca pública que entré fue a la Nacional del Perú, que por esos años estaba en el centro de Lima. Me dejó impresionada y atarantada, porque pensaba cómo era posible que hubiera tantos libros. Para mí era lindo ir y pedir prestado un libro y sentarme a leer ahí. También iba a hacer trabajos. Me acuerdo de uno sobre Santa Rosa de Lima. Estar ahí para mí era un ejercicio espiritual muy bello. Ahora que vivo en Argentina, un país con muchas bibliotecas públicas, puedo ir a cualquier barrio y encontrarme con una. Además son bibliotecas que casi siempre tienen vistas hermosas y que te invitan a hacer una pausa, a detenerte.

¿Había biblioteca en la casa de tu infancia?
Yo no tuve biblioteca en la casa de mi infancia. Lo que había era un estante a ras del suelo. Mi papá era profesor y tenía dos trabajos y mi mamá era secretaria y además ama de casa con dos hijas muy pequeñas, pero los dos eran lectores. Mi mamá les compraba enciclopedias a los vendedores ambulantes.

Lo lindo era que estos libros estaban en este estante a ras del suelo. Me contaron que yo desde bebé iba sacaba el libro, lo babeaba y le caminaba encima. Me parece interesante ese acto de tocar el libro y de preguntar qué decía lo que estaba junto a los dibujitos estando muy pequeña. Recuerdo que también había libros de A. J. Cronin. y la Biblia, que estaba entre lo más literario de ese estante.

¿Cómo marcó tu existencia la cercanía con esos libros?
Para mí fue muy importante poder abrir la puerta de ese estante y sacar los libros. A los 12 años me encontré ahí con Matar a un ruiseñor de Harper Lee y me cambió la vida. Aprendí a leer por placer y a leer cualquier cosa sin ningún sistema posible. Luego en la biblioteca de la escuela decidí que yo también quería escribir. Tuve una vocación temprana porque accedí a los libros muy chica. Además, la biblioteca era el lugar al que iba a refugiarme porque tenía viejos que peleaban. Ese silencio y poder imaginar otras cosas y poder viajar sin salir de ese espacio fue fascinante.

En ‘Bibliotecas’ cuentas que en tus años de adolescencia te propusiste como objetivo de vida tener tu propia biblioteca. ¿Cómo te fue con eso?
Sí, tuve mis estantes en Lima, como ahora tengo otros en Buenos Aires y en todos he juntando a mis autores y autoras favoritas. Trabajé desde muy chica y me fui comprando libros de Susan Sontag, Clarice Lispector, Virginia Woolf. Lo bueno de viajar, como ahora a Ecuador, es que entre los amigos se intercambian libros y se conoce a nuevos escritores. Estar en contacto con los países vecinos es lo que me ha permitido formar una biblioteca latinoamericana, que es la que a mí más me conmueve y más me interesa. Nunca he tenido más de cien libros. Me encantaría tener más pero no puedo porque son muy caros. Siguen siendo un lujo para mí.

 

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